viernes, 29 de julio de 2011

Una muerte indigna como la de un conejo


Durante el pasado fin de semana me golpearon profundamente los sucesos de Oslo, especialmente la brutalidad de Utoya. Hemos asistido a la tragedia a través de los medios de comunicación y a los análisis de políticos, expertos y tertulianos que pululan por el universo de la opinión. A través de eso, todos nos hemos formado una opinión tras preguntarnos el porqué de estos terribles sucesos.

Todo tiene un inicio: la intolerancia como dogma para analizar y posicionarnos ante un mundo cada vez mas complejo, global, sin fronteras físicas posibles, donde los procesos migratorios ocurren por algo tan sencillo como el “gradiente del hambre y la riqueza”: los núcleos de población siempre se han desplazado buscando una vida mejor, nunca la peor.
Todos sabemos lo que significa la intolerancia, no hace falta que haga mención al termino, ni a sus expresiones ni consecuencias. Sin embargo, la más despreciable es la que acaba en la segregación y en la violencia hacia un determinado grupo o colectivo.

Oslo ha sido ahora el escenario de este fenómeno, aunque a lo largo de los tiempos hemos podido comprobar de lo qué es capaz el ser humano. No voy a referirme a los años 30 y 40 del siglo pasado porque en los últimos años también hemos conocido episodios deplorables como los de Ruanda o la antigua Yugoslavia. Ambos se convirtieron en terreno abonado para la barbarie.

Digo abonado, porque previamente a la acción concreta, pensada y estudiada existió el verbo que alentó, propuso y justificó esas posiciones beligerantes.

En estos momentos de crisis tratamos de buscar un culpable y muchos tratan de darle solución escuchando u observando lo que acontece alrededor. El 15M lo hace, otros incluido yo, también. Sin embargo, hay otros que utilizan el recurso del planteamiento inquietante que alienta el miedo y nutre la intolerancia. Ese que da paso al verbo y después, en algunas situaciones, a la trágica acción.

Pero no me quiero ir por las ramas y quiero concretar en mi ciudad. Aquí también puede escucharse ese planteamiento común que afirman los amigos del populismo de derechas, o los que lo usan sin pensar lo que verbalizan: “¡He tenido que esperar no sé cuantas horas para que me atienda el médico!. En la cola delante de mí había no sé cuantos “….” (y aquí añaden un término despreciable dirigido a los ciudadanos extranjeros). ¡Que se vayan a su puto país, para esto pago yo mis impuestos…!.

Lo habéis escuchado muchas veces. Nos meten el miedo a través de un planteamiento o de una aseveración: “Peligra nuestra sanidad”. Pero esta afirmación no persigue una respuesta -que sería lo más sencillo- del tipo: mejoremos la sanidad pública, hagamos más centros de salud, contratemos más médicos…

Este planteamiento ya lo hacíamos en Parla en los años 70 del siglo pasado. Entonces los vecinos también esperábamos una hora - sólo había un ambulatorio y mucho peor- lo que ocurría es que en la cola estábamos los vecinos conocidos del barrio. Ante el problema la respuesta era la misma: necesitamos más ambulatorios, aquellos por los que peleamos y seguimos peleando ahora, como ya lo hicimos por el hospital…, me pongo nostálgico.
Este discurso populista cala en nuestra ciudad y en otras en las que también viven trabajadores y trabajadoras, (véase Badalona o Vic…). Se consume el discurso de la sustracción de un recurso público. Ejemplo: Trabajadora suramericana del servicio domestico que trabaja cuidando los hijos de muchos populistas que viven en zonas de rentas altas.

Posiblemente recurra a una beca para sus hijos en Parla porque es aquí donde vive, no en el distrito de Serrano qué es donde trabaja.
El político populista recurre a este discurso para lograr rentabilidad política, y lo hace removiendo emociones muy primarias que pronto encuentran culpables. Este verbo lo acogen de inmediato muchos de nuestros convecinos, golpeados brutalmente por la crisis y lo perciben como la mejor y más rápida salida.

El populista nuevamente no ha planteado soluciones al problema, sólo un presunto y claramente identificado culpable, por su procedencia, color, raza, ideas…, cualquier elemento de rápida absorción que canalice nuestro miedo y malestar.

Este verbo se va haciendo violento contra todo lo que defiende otras posiciones u otros planteamientos a la salida de la crisis. Además, lo hacen de forma reiterada, organizada y alentada, buscando un objetivo político claro: que los sectores extremistas de derecha alcancen el poder. Y esto último nos lleva a la fanática muestra de odio producida en Oslo.

Pero esto también ocurre cerca de nosotros. Hoy me han trasladado no con sorpresa, pero si con tristeza, cierta conversación sostenida en facebook entre dos personas reconocidas, cercanas al PP parleño. De hecho, uno de ellos, el que trata de poner orden en el asunto, tiene un cargo en el PP de Parla. El otro, es un personaje –incido en este calificativo- conocido en las redes sociales por sus despectivas, mejor dicho, despreciables, descalificaciones hacia los demás. Os reproduzco la conversación mantenida el 18 de julio:

Personaje 1: Sabes lo que quiere hacer con eso ‘‘Personaje 2’? Volver a engañar a los Parleños para que le vuelvan a creer y os malmentan contra vosotros eso es lo que pretende ese gilipollas. Que asco tengo a los rojos a ese le vais a tener que darle un buen cogoton al estilo de los conejos jajajjajajaja.

¿Es el inicio de algo preocupante o se trata de la estupidez de alguien que no puede analizar el entorno sin la contaminación populista y radical de planteamientos de la extrema derecha incipiente, o no tan incipiente, en Europa?

Los populistas y extremistas justifican todas las preguntas y problemáticas en las que nos envolvemos con la brutal simpleza de la diferencia. El diferente es culpable y responsable, es la respuesta al problema.

En estos momentos se me viene a la cabeza mi abuela. Tenía un pequeño habitáculo con conejos y gallinas. No había para más, pero me educaron como a muchos de mi generación, en los principios del respeto y la decencia.

Por muchos como mi abuela, por otros que ella me recuerda, o por aquellos de los que nos acordamos en los ámbitos personal o colectivo. Por aquellos que recibieron una muerte indigna como la de “un conejo” y por otros muchos, como mis jóvenes compañeros laboristas noruegos, me levanto todos los días diciéndome a mi mismo: no me van a ganar, no nos van a ganar.

martes, 19 de julio de 2011

Bendita campaña

Queridos amigos, han pasado muchos días desde que escribí mi último post. He querido mantener distancia desde el Pleno de investidura, hasta tener una composición más real y solvente de la realidad política local que me rodea y que nos rodea. Quizás sea pronto para extrapolar mi percepción de unos cuantos días a la posible realidad que viviremos los próximos cuatro años. Sin embargo, la experiencia me dice que este escenario es posible y que también debo combatirlo.

“Combate”, el de la campaña electoral. El combate del verbo incontenido, de la incoherencia futura y a la que podemos recurrir continuamente para afirmar la mentira o la verdad de lo que se ha dicho. Lo comprometido y lo no cumplido. ¡Bendita campaña!, puesto que espero aplicármela yo mismo pero también lo recomiendo al resto de los que políticos que han pasado por esa tribuna pública.

Primera incoherencia: “No cobraré de la política”. Pues si no quieres caldo, “Toma dos tazas”, que dice mi madre. Esta afirmación, entre otras lindezas, la realizaba uno de los candidatos a la Alcaldía durante la pasada campaña electoral. Pues bien, sin pasar siquiera los cien días de cortesía política ya tenemos la primera incoherencia (¿o es una mentira?). Como portavoz de la oposición cobra un salario qué es 300 euros menor que el de este alcalde, al que además hay que sumarle ahora las dietas que percibe como consejero de la ‘transparente’ televisión pública regional (Telemadrid).

Segunda incoherencia: “Trabajaré por esta ciudad y le tiendo la mano” (así lo afirmó en su discurso en el Pleno de Constitución). Sí, nos tiende una mano casi al cuello para lograr lo único que le preocupa: liberados, despachos, dietas, asignaciones de grupo…… Bendita austeridad proclamada durante la campaña.

Pero menos mal que el “no tenemos ni un puto duro“ señalado por la presidenta de la Comunidad de Madrid ante un inoportuno micrófono abierto, me da pie a proclamar la maldad de las palabras, aquellas que nos delatan y que dan la visión de una realidad contra la que debemos luchar, previo reconocimiento.

Si no somos capaces de reconocer nuestro escenario actual no tendremos credibilidad para proponer el mejor futuro. La presidenta no quiere asumir que la situación económica de la Comunidad es mala y que fuera de exitosos planteamientos, el paro en la primera región de España es alarmante y el estado de la educación y la sanidad preocupa a los madrileños.

Nos resulta difícil, personal y políticamente, reconocer que tenemos dificultades, pero debemos hacerlo. Yo lo he afirmado públicamente, hay dificultades. Pero ante las mismas, la receta es trabajo, prudencia y consenso. Y esto que pido para la oposición de mi ciudad, lo hago extensivo a mis compañeros en otros municipios pero también a Esperanza Aguirre.

Espero encontrarme con ella en breve. Tenemos que tratar asuntos que son importantes para esta ciudad y para mis convecinos. Pero además, quiero darle un consejo y quiero hacerlo a través de este blog.

Ya que las únicas vías que tengo para comunicarme con la Presidenta de la región son los medios de comunicación “azules”, y ya que yo sólo tengo la voz de mi cargo y por su puesto este blog, le recuerdo que la política no se hace tomando como rehenes a los ciudadanos de Parla para evitar el debate con Tomas Gómez en la Asamblea de Madrid.

Me enorgullece, por lo que Tomas significa en el ámbito personal y político para esta ciudad, que la presidenta crea que Parla es importante para combatirlo, pero se equivoca.

Primero, porque menosprecia a los parleños, ciudadanos de los que también es presidenta y segundo, el verdadero debate no puede girar en torno al Alcalde Socialista de Parla, sino en saber qué queremos en la Comunidad de Madrid: nuestro sistema sanitario, nuestra educación, el empleo y la activación económica, que Región queremos …

Las malditas palabras que a veces nos delatan no pueden bloquearnos. A no ser que nos quedemos en esto una y otra vez, palabras malditas o malintencionadas. Pensemos, debatamos, discrepemos,…. Pero vamos a activar el ‘modo ciudadano’: hay que despejar incertidumbres y trabajar.